Del transporte público del área metropolitana
En estos días se reunirá el Consejo Estatal de Transporte, que, según dicen, debe hacerlo frecuentemente, pero la verdad es que solo es un instrumento para aparentar que se consulta a la ciudadanía en la antipática solución que siempre causa escozor: el incremento en las tarifas del transporte público. Yo no dudo de la necesidad de ese aumento, pero nunca he visto que algo baje de precio como sucede en otros países, donde, de acuerdo al mercado, se reducen las tarifas.
Mi tolerancia al aumento es simple realismo, pero cuando no se acompaña de mejoría real en el transporte, la comezón se hace más severa y se generaliza un descontento contra el gobierno, a quien se ve como el ogro ya no filantrópico, como diría Octavio Paz, sino el ogro flagelante que azota sobre todo a las clases populares.
Valgan estas consideraciones para aconsejar, de oficio, a sabiendas de que no seré escuchado, que en esas discusiones del famoso consejo que nunca sesiona se incluyan junto con la propuesta de aumentar las tarifas del Metro, de los camiones, etcétera, un proyecto para mejorar la calidad del transporte y asegurar el compromiso de aquellos que recibirán mayores beneficios. Esto con el fin de que la gente sepa que recibe algo a cambio del doloroso incremento que, como el gasolinazo, siempre produce una antítesis en contra del aparato gubernamental.
Ojalá Longoria, que tiene experiencia, entienda estos mecanismos y actúe en consecuencia, pues de otra manera El Bronco perderá popularidad y le será más difícil gobernar con su símbolo popular que lo hizo ganar las elecciones y que decía: La raza manda.
Descartes: Pienso, luego existo… Los incrementos siempre son dolorosos. Hay que mejorar la calidad del servicio.
