Increíble la pérdida de respeto a la dignidad humana.
Me refiero a los acontecimientos del domingo en que un muchacho de 21 años fue agredido por muchos jóvenes que pertenecían a la barra de los Rayados y que persiguieron al aficionado de los Tigres para vaciar sus instintos más salvajes y darnos un ejemplo a la sociedad de cómo estamos educando mal a la juventud, que en muchos casos está embrutecida por las drogas y el alcohol y es capaz de hacer este intento de asesinato tumultuario.
Para mí el futbol ha sido siempre un deporte que se parece a la vida y de ahí su atracción social, porque tiene arte en las jugadas, ciencia y técnica en la planeación, y muestra la necesidad de trabajar en equipo, pero respetando las habilidades del individuo. No siempre gana el mejor, sino el que mete los goles.
Todo esto genera, a veces, una rivalidad entre los equipos, pero en buena tesis no son enemigos porque, como lo enseñaron los jugadores ese domingo, al terminar se dieron un abrazo solidario, y aunque algunos a veces pierden la serenidad, eso es solo circunstancial. Esto no justifica que los tumultos de agresión sean fomentados por algunos comentaristas deportivos o por los mismos equipos que organizan y pagan sus propios grupos llamados barras, jóvenes que a veces agreden físicamente y dejan un muchacho herido de suma gravedad.
Todo esto me da tristeza porque el deporte debe ser educativo y mostrar las entrañas de nuestra mejor parte, como decían los griegos, “alma sana en cuerpo sano” y no de la peor, que es la violencia.
Descartes: Pienso, luego existo… La pregunta es: ¿Quién es culpable? ¿Los jóvenes intoxicados, algunos medios de comunicación, los ejecutivos de los equipos o somos todos?
