May 5, 2024

La elocuencia y el arte de gobernar

Hitler fue un gran orador

Recientemente vi una muy buena entrevista de Andrés Manuel López Obrador con los principales editorialistas de Milenio, incluyendo en ella la presencia femenina de Azucena Uresti. Todos los aquí descritos gozan de una inteligencia preclara y tanto mi amigo Héctor Aguilar, que es un intelectual muy distinguido, como Carlos Marín, con su originalidad y Puig con su actitud frontal, emplazaron a López Obrador a una serie de preguntas que él contestó como pudo.

Azucena se refirió fundamentalmente, según lo que yo vi, que fue parcial, a los problemas de la mujer como la equidad, la igualdad ante el trabajo y el complejo aspecto del aborto. Fue una magnífica y muy florida fiesta de preguntas y respuestas y de ella quiero extraer algo que me llamó la atención.

Fue obvio que López Obrador no es un orador ni un polemista al estilo de Salinas de Gortari o de otros brillantes políticos que yo he conocido en mi ya larga vida. Contesta con algunas parábolas, a veces y más bien trata de, lentamente, procesar la respuesta, quizás evitando equivocarse o hacer un claro ofrecimiento, porque además tiene la costumbre de hacer un comentario o una propuesta y no explicarla, lo que le vale posteriores ataques vitriólicos de sus rivales políticos.

Dentro de esta fórmula de preguntas y respuestas yo me pregunté si la elocuencia y la oratoria son verdaderas virtudes para el arte-ciencia de gobernar y como yo en lo particular creo, según me lo han dicho muchos, que soy un buen orador, este comentario también me afecta en el sentido de que yo no pienso que saber expresarse con claridad, como lo hace el niño maravilla, o con sencillez como lo hace José Antonio Meade, o con franqueza brutal como El Bronco, tenga una relación directa con su capacidad para gobernar.

Como ejemplo final para esta duda, la que en el fondo es un impulso para la reflexión, pongo el caso de Hitler, que fue capaz de llevar a un pueblo histórico en poetas, filósofos y músicos, como es Alemania, a la ruina moral y a la guerra mundial.

DESCARTES: Pienso, luego existo… ¿Será la elocuencia o la capacidad de polemizar una virtud para gobernar o más bien la honestidad intelectual y el trabajo?

https://www.milenio.com/opinion/luis-eugenio-todd/ciencia-politica/la-elocuencia-y-el-arte-de-gobernar