Campea en esta obra la convicción de que el presupuesto que los pueblos latinoamericanos destinan al proceso educativo en todos sus niveles es una inversión para el desarrollo económico y social. Se analiza el drama real y la vitalidad de nuestros pueblos, así como los problemas del financiamiento educativo, y se propone un decálogo básico, que contempla: I. Individualizar la educación; II. Fortalecer la identidad cultural y los valores; III. Fomentar la interrelación familia y escuela; IV. Impulsar la formación integral de la personalidad; V. Enseñar a aprender en lugar de memorizar; VI. Reforzar el proceso de enseñanza del español; VII. Impulsar la sensibilidad creativa; VIII. Reconocer la importancia de la capacidad manual y de la actitud emprendedora; IX. Involucrar a toda la comunidad en la educación fundamental; X. Dar su valor real y su lugar a la modernidad tecnológica.
La historia –concluye el estudio- nos ha mostrado que la educación es factor determinante para el cambio social, y la modernidad nos permite el acceso a este instrumento del desarrollo, por lo que nuestra obligación es utilizarlos todos, bajo la concepción de que sin educación individual y sin una polis educativa integral, todos saldríamos perdiendo, y eso no es justo para un núcleo de países, que a pesar de sus problemas, como es el caso de Latinoamérica, tienen algo que muchos otros quisieran tener: LA VITALIDAD DE SU GENTE.