El que esto escribe hace frecuentemente bromas que resultan ser parcialmente ciertas, en el sentido de que los banqueros no irán al cielo y nunca verán a Dios. Lo anterior, porque el sistema financiero les presta a los que tienen para que tengan más y no les presta a los que no tienen, para que sigan siempre igual.
Esta generalización tiene su mejor ejemplo en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial, pues ellos son los que realmente manejan la política del mundo y usan como polichinelas o títeres o marionetas a los presidentes de las naciones, haciéndoles creer que ellos son los que toman las decisiones importantes, cuando la verdad es que los grandes cambios del mundo se discuten y resuelven en Wall Street.
Sin embargo, para toda regla, sea ésta humorística o seria, hay excepciones y una de ellas, en el ámbito internacional y ganadora del Premio Nobel de la Paz, es la del profesor Muhammad Yunus, personaje al que traté con frecuencia durante mi estancia en la UNESCO y quien inventó el llamado crédito social, que ha salvado de la pobreza a más de 50 millones de seres humanos.
Este sistema se basa en prestarles precisamente a los que no tienen, bajo la supervisión de consejos o comités sociales, haciendo a un lado el sistema bancario tradicional de las élites financieras.
En nuestro medio existe también un prohombre, extraño para nuestra costumbre mercantil convencional y tecnocrática. Me refiero a Carlos Bremen, presidente y director de una casa de bolsa, quien posee una enorme dosis de sensibilidad social, y lo mismo ayuda a un equipo de béisbol para que resucite, que paga los viáticos de un ex presidente de Estados unidos para que venga a orientarnos con su sabiduría política probada o acepta posiciones como la que actualmente se le ha encomendado, de colaborar con el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa y dirige un consejo para apoyar el desarrollo tecnológico y el conocimiento.
Este caballero, que es nuestro y lo tenemos aquí, en Monterrey, tiene una mirada de niño con un dejo de inocencia y de candor, única en el universo bancario, en el que por lo regular la visión convencional de los banqueros es firme, dura, insensible y a veces hasta torva.
Ojalá que yo esté equivocado y que cuando ingrese al cielo, encuentre allí a algunos banqueros, no sólo a Carlos Bremen y al profesor Yunus, porque al fin hay que recordar que la Biblia dice que el cielo será de los que practiquen el arrepentimiento…
Señores de la Banca, todavía hay esperanza.