Un recuerdo a un viejo amigo.
Resulta que Hernán Ramírez, médico que tiene 50 años de ser maestro en la Facultad de Medicina de la UANL, sigue vigente y reconocido por muchos como un hombre inteligente, preclaro, dadivoso y amante de la vida. Pero Hernán no triunfó en lo convencional, que es lo que la política y la administración ofrece. Simplemente él tuvo el éxtasis de la ganancia en el espíritu, que significa lo filial, el amor, la comprensión y la visión de un mundo nuevo, distinto, pero respetando siempre el anterior.
Aunque lo había dejado de frecuentar, recientemente me reuní con él y me he dado cuenta de cómo la amistad y la congruencia de ideas van dejando una fórmula maravillosa para terminar una vida, o al menos dejarla pendiente, pues todavía hay recuerdos generosos, al margen del fenómeno financiero, de la sociedad de la comunicación, de la llamada sociedad del conocimiento y de todo aquello que estorba la emoción.
Me regocijo de su amistad, lo quiero y me gustaría tenerlo más veces frente a mí, para entender mejor la realidad cruel de algo que siempre se avecina, que es la sombra del terminar.