El día de hoy a las 8 de la noche el Instituto Nacional Electoral organiza el primer debate entre los candidatos a la Presidencia de la República y en él participarán los que han sido aceptados en este proceso, que por su naturaleza histórica es único, ya que representa el enfrentamiento del país con la democracia consolidada administrativamente y con nuevas expectativas que el voto popular debe analizar y sancionar con su confianza.
El primer debate que recuerdo es el de Kennedy y Nixon, en el que la simpatía y el contagio emocional de la personalidad del presidente Kennedy, a quien me tocó conocer cuando estaba en el posgrado en la Universidad de Georgetown, lo hizo ganador porque Nixon representaba el buen político, intelectualmente capaz y con experiencia, pero no contagiaba la emoción y el afecto que producía el demócrata.
Aquí en México también ha habido debates en los que han ganado, según dicen, los que mejor hablan, como el caso de Diego Fernández de Cevallos, que con su elocuencia y artes dramáticas fulminó a sus oponentes. Igual, el humorismo de Vicente Fox fue atractivo para la población y logró “ganar” el debate en el que participó.
Este domingo vendrá la primera incógnita y los personajes que entrevistarán, que son periodistas reconocidos, entre ellos una mujer joven que emergió del Grupo Milenio y que fue discípula, si así podemos llamarla, del arquitecto Benavides: la inteligente y bella Azucena Uresti, quien participará y seguramente hará preguntas importantes relacionadas con la lucha que libran las mujeres por la equidad y la justicia de oportunidades.
Pienso que el debate no va a generar cambios trascendentes en los síntomas sociales de enojo, fastidio y antítesis contradictoria de carácter social que la población va a hacer presente con su voto, aunque no debería basarse en estas emociones.
El lunes habrá evaluaciones del debate, que cambiarán en los siguientes días, porque en esta sociedad de la comunicación a tiempo real todo cambia muy aprisa. Por lo anterior, no hay que entregar toda nuestra pasión a un debate que quizá pueda ser divertido y conducir a una emoción transitoria, que después sea borrada por una razón permanente.
DESCARTES: Pienso, luego existo… Los debates son parte del teatro de la política, en la cual muchos somos espectadores y unos pocos son actores.
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